El término “epilepsia” es ampliamente reconocido como un sinónimo de “convulsiones bruscas de todo el cuerpo”. La realidad es que existe una infinidad de síntomas que pueden presentarse en un paciente con epilepsia, ya que esta se define por ser una condición donde, de manera periódica, los pacientes presentan descargas nerviosas en exceso en distintos sitios del sistema nervioso. Si suceden en la parte encargada del movimiento, pueden presentarse estas crisis como movimientos bruscos de todo el cuerpo aunque hay variantes menos escandalosas, como es el caso de contracciones involuntarias de una extremidad, mioclonías o “tics” repetitivos, alteraciones en el habla, etc. En cambio, si estas suceden en regiones no involucradas directamente con la motricidad, el paciente podría experimentarlas de una infinidad de maneras: quedarse quieto sin interactuar con el medio durante un periodo breve de tiempo, pérdidas de memoria, alteraciones en el habla, patrones de sueño anómalos, desmayos, entre muchas otras.
También existen crisis convulsivas que no se transforman en epilepsia, es decir, no serán recurrentes a lo largo del tiempo. El caso más común son las crisis febriles de la infancia, causadas por infecciones donde la temperatura corporal del infante se eleva en demasíado, lo que lleva a su cerebro a presentar episodios aislados de convulsiones, que en la mayoría de los casos no causa un daño importante al sistema nervioso y se resuelven conforme este crece.
La importancia de la atención y vigilancia de la epilepsia está en sus posibles consecuencias orgánicas, retomando el concepto de las descargas anómalas en el cerebro, cuando estas no reciben atención médica oportuna y se prolongan las crisis más allá de un tiempo determinado, el sistema nervioso comienza a sufrir daños que, de prolongarse demasiado, pueden significar un daño permanente a las funciones mentales o incluso amenazar la vida del paciente.
La gran mayoría de las epilepsias debutan en la infancia y adolescencia y quienes perciben las actitudes o manifestaciones anormales tienden a ser los compañeros de escuela, profesores o los padres en el caso de las crisis nocturnas, ya que gran parte de estos pacientes tienen amnesia (falta de memoria) de las crisis convulsivas. Es importante no dejar pasar ningún evento del día a día fuera del conocimiento del médico de cabecera, tales como: “mi hijo es muy nervioso, por eso tiene tics”, “es muy distraído y por eso parece ausente por períodos de tiempo” o “Se mueve bruscamente en las noches, debe estar teniendo pesadillas”. Es mejor comentarlos con su médico de manera oportuna.
Resumen
- Ante cualquier situación anormal motora, sensitiva, psíquica o del lenguaje debe acudir a revisión médica a la brevedad para determinar el abordaje apropiado.
- En caso de presentar síntomas, es mejor consultar a un profesional antes de automedicarse o utilizar remedios caseros que difieran la revisión presencial.
- El tipo de estudios o tratamiento es individualizado según el tipo de trastorno que presente cada paciente.
- En caso de patologías neurológicas, el abordaje y tratamiento debe iniciarse tan pronto como sea posible para evitar repercusiones a largo plazo.
Elaborado por: Dr. Ricadro Lenin Saldaña
Referencias
- Diagnóstico y tratamiento de la Epilepsia en el adulto en el primer y segundo nivel de atención. GPC CENETEC, México; 2010.
- Epilepsies: diagnosis and management clinical guideline. NICE, RU; 2020.