La piel es considerada el órgano más grande del cuerpo humano, ya que, comprende alrededor del 15% del peso corporal total. La piel funciona como una barrera que protege al cuerpo de los daños ocasionados por la luz ultravioleta, contaminación, e infecciones; además, ayuda a regular la temperatura del cuerpo y es un elemento clave para mantener el balance de agua corporal. La epidermis, capa más superficial de la piel, se renueva cada mes, esto nos hace pensar que requiere de una afluencia constante de energía y nutrientes para mantenerse saludable.
Al tratarse de una capa protectora, la piel goza de cierta impermeabilidad que podría dotarla de cierta incapacidad para absorber nutrientes externos (como los que se aplican en cremas y mascarillas), por ello se estudian las propiedades de los nutrientes adquiridos mediante la alimentación para mantenerla realmente saludable.
El envejecimiento de la piel es un proceso biológico normal en el que actúan factores internos y externos de la persona.
Existe una relación entre la nutrición y la piel, aunque los mecanismos de acción de los nutrientes en la salud dermatológica aún no están bien establecidos. Es importante mencionar que no existen dosis confiables ni eficaces de suplementos (antioxidantes, colágeno aminoácidos, etc.) que garanticen un retraso en el envejecimiento, pero se conocen las propiedades de algunos nutrientes específicos sobre la piel. Una dieta rica en antioxidantes (frutas y verduras) puede ayudar a reducir los efectos nocivos de los radicales libres y proteger la piel contra el envejecimiento acelerado.
Se ha visto que una dieta rica en vitamina C y ácido graso linoleico (omega-6 encontrado en nueces, almendras, semillas y aceites vegetales) se asocia con una apariencia más joven de la piel; también, pareciera que alimentos vegetales de colores verde y amarillo parecen ser una excelente opción para el cuidado de la piel.
La vitamina C es un antioxidante que podría brindar protección contra los radicales libres que dañan las células atacando su DNA, esta vitamina es necesaria para proteger la epidermis del daño solar; además, está involucrada en la maduración de los queratinocitos, células predominantes en la epidermis. La vitamina C es necesaria para producir y mantener el colágeno (proteína esponjosa que brinda estructura y apariencia lozana a la piel).
Otras vitaminas que podrían intervenir en la salud de la piel son vitamina D, vitamina E, carotenoides (como el β-caroteno), luteína y licopeno, y químicos que tienen origen en las plantas y se encuentran en alimentos como soya, cúrcuma, cacao y té verde.
La vitamina E, así como el licopeno (caroteno que dota de color rojo brillante a frutas y verduras, como jitomate), están incorporados a las membranas de las células, por lo que pueden absorber la luz ultravioleta y los radicales libres. Al parecer, las isoflavonas de soya pueden incrementar la producción de colágeno y los ácidos grasos omega-3 podrían regular su producción y mediar la inflamación.
La vitamina D, encontrada en huevos, carne, champiñones y en lácteos fortificados; podría ayudar a prevenir el melanoma, un tipo de cáncer de piel. El zinc, cobre y selenio son elementos que podrían conferir protección contra la luz ultravioleta.
Todos los nutrientes mencionados se pueden obtener mediante la alimentación, pero si sufres de alguna afección en la piel lo mejor será que acudas con un médico dermatólogo, especialista de la piel, para que te brinde diagnóstico y tratamiento.
Elaboró: MNC, ED. Mónica Maldonado Sandoval
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